Tocaba buscar alternativas porque la zona era coto prohibido, mala noticia porque España, de la mano de Gil y Carrera, había sido una auténtica dictadora en las cercanías del aro hasta la fecha. Acabó la primera parte con la barbaridad de 18 puntos, con cuatro de cinco en triples, y España, a su vera, comenzó a mirar con optimismo la clasificación para la gran final.